Hay una frase que dije una vez y que sigue resonando en mi vida: "Pasé 10 años en Ecuador rescatando animales salvajes y reintroduciéndolos en su hábitat natural. Ahora, en España, siento que estoy haciendo lo mismo con los niños."
A medida que avanzo en mis esfuerzos por reconectar a las nuevas generaciones con la naturaleza, no puedo evitar notar sorprendentes paralelismos entre mi trabajo con animales salvajes y mi trabajo con niños. Hoy, me gustaría hablar sobre un concepto utilizado con animales salvajes en cautiverio que parece relevante para los niños de hoy: el enriquecimiento.
Para quienes no estén familiarizados, el enriquecimiento implica proporcionar actividades y estímulos que promuevan el bienestar físico y mental de los animales en cautiverio. El objetivo es imitar los desafíos y recompensas que experimentarían en la naturaleza, fomentando así comportamientos naturales mientras se reduce el estrés y el aburrimiento. Esto puede incluir juguetes, rompecabezas, estructuras para explorar, estimulación sensorial como nuevos olores y sonidos, u oportunidades para la interacción social, dependiendo de la naturaleza de cada especie.
Por supuesto, lo ideal para estos animales es vivir en su hábitat natural, donde ya existe todo lo que necesitan para prosperar. Pero en entornos artificiales, tenemos que crear estas experiencias para mantenerlos sanos.
Ahora, pensemos en nuestros niños.
Muchos niños hoy en día pasan la mayor parte del tiempo en interiores, rodeados de juguetes, pantallas y entretenimiento organizado. La escuela ocupa alrededor de seis horas de su día —puertas adentro— y luego están las actividades extracurriculares, que a menudo también están estructuradas y confinadas entre cuatro paredes. La vida urbana, las agendas apretadas y las preocupaciones por la seguridad han contribuido a un estilo de vida en el que los niños están, en gran medida, desconectados de la naturaleza.
Como resultado, su exposición al juego natural, la exploración y la actividad física ha disminuido dramáticamente. Los estudios muestran ahora que este entorno no natural afecta su bienestar y desarrollo general. No es de extrañar que tantos padres recurran a programas terapéuticos, actividades extracurriculares de enriquecimiento y juguetes especializados diseñados para estimular el crecimiento de sus hijos.
Pero aquí viene la pregunta: ¿No sería más sencillo llevarlos de vuelta a un lugar donde sus necesidades —físicas, mentales y espirituales— se satisfacen de manera natural?
Considera estos ejemplos:
Los niños asisten a clases de escalada en interiores antes de (que se les permita) subir a un árbol.
Los padres compran juguetes caros para trabajar el equilibrio cuando un tronco caído en el exterior proporcionaría horas de aprendizaje y diversión natural.
Después de pasar un promedio de ocho horas en interiores en la escuela, suman después más actividades rápidas y estructuradas... nuevamente en interiores.
Las familias cruzan la ciudad para actividades especializadas, pero muchos niños no conocen su propio vecindario ni a sus vecinos.
Los niños ven documentales de naturaleza sobre animales en tierras lejanas, pero no pueden reconocer la fauna que vive en su propio jardín.
Los niños van a terapia de gestión emoacional después de pasar las tardes en el sofá viendo dibujos animados violentos, en lugar de correr libremente al aire libre.
Las guarderías invierten en todo tipo de actividades sensoriales estimulantes, como habitaciones llenas de papel higiénico, jugar con harina y pastas pegajosas, pero cuando llueve o nieva, tienden a mantener a los niños dentro.
No estoy en contra de los juguetes modernos y actividades diseñadas con conciencia para nuestros niños. Sin embargo, me preocupa que nos estemos perdiendo los beneficios únicos que solo el juego natural y no estructurado puede ofrecer. Tomemos un ejemplo simple: las clases formales de escalada pueden enseñar a un niño cómo escalar, pero subir a un árbol ofrece mucho más: asumir riesgos, construir confianza, disfrutar del aire fresco, absorber vitamina D, experimentar calma, compartir momentos con otros, explorar y desarrollar un sentido de pertenencia.
Así como los animales salvajes prosperan cuando están en su entorno natural, también lo hacen los niños. La naturaleza ofrece todo lo que necesitan para crecer fuertes, resilientes y felices. Tal vez, en lugar de buscar constantemente enriquecimiento en entornos artificiales, deberíamos enfocarnos en llevar a nuestros niños de vuelta a la naturaleza, su verdadero hogar.
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